El poder transformador del arte

El arte habla y, a veces, grita, pero también calla. El arte expresa, canta y baila. En mi experiencia, el arte cura y sana, y cuando te le entregas, transforma.

Creo que podría escribir un libro sobre este tema. Realmente está muy cerca de mi corazón, pues sin duda he experimentado esta transformación en carne propia y de una manera casi accidental. El arte ha sido siempre mi compañero de vida, principalmente, a través de la música y de la pintura. Desde la armonía de las notas hasta la letra de las canciones, la música siempre me ha hecho entrar en contacto con mis emociones y me ha ayudado a expresar lo que siento. Con la pintura ha sido diferente, ya que desde muy niña he sido autora de mis propias obras. Al principio solo porque me gustaba pintar, pero poco a poco se fue convirtiendo en un mundo de experiencias sensoriales, de creación y, por supuesto, de autoconocimiento; de ahí mi amor por la Arteterapia.

Todo inició cuando me empecé a dar cuenta que al pintar me olvidaba de dónde estaba, perdía la noción del tiempo, y eso me hacía sentir una satisfacción indescriptible. Con los años, comprendí que cuando me encontraba en esa especie de “trance”, mis manos actuaban sin que yo tuviera tiempo de pensar; solo pintaba y, de pronto, me sorprendía de lo que había creado. Otras veces, al terminar un cuadro y observarlo de lejos sentía ganas de llorar a causa de lo que ahí había expresado. También empecé a notar cómo la gente podía leer mis emociones o generar las propias al admirar mi obra. Sin embargo, lo más transformador fue darme cuenta de que en mis abstractos reflejaba exactamente lo que estaba viviendo, lo que creía y lo que sentía.

Una larga temporada me dio por crear abstractos llenos de cuadrados; no me gustaba, trataba de evitarlos. Cuando lo lograba, sin darme cuenta, en los últimos detalles de la obra, marcaba ciertos límites en algunas zonas que terminaban pareciendo un cuadrado. Al platicar acerca de esto con el maestro colombiano Jaime Arango Correa –mi gran maestro y amigo–, me dijo: “Claro, tienes hijos pequeños, tu vida está llena de límites, de cosas que te gustaría hacer y que en este momento no puedes”. Ese tipo de comentarios me hacían volver a mí y reflexionar al respecto. Hoy entiendo que gracias a la pintura logré aceptar y agradecer mi personalidad caótica, rebelde y apasionada, lo que ha traído enormes beneficios a mi vida.

El arte funciona como un espejo: arroja una imagen de lo que conoces de ti en “contrasentido”, lo que te permite evaluar eso que ves en el mismo idioma en que lo emites. Pero el arte no solo te refleja como un espejo, sino como lo hace una radiografía. Muestra lo que intuyes de ti, pero que a ciencia cierta no conoces, aunque eso sea lo que te constituye en lo más profundo de tu ser y que, al mismo tiempo, brinda el soporte a todo lo que eres.

Por lo mismo, el arte tiene el poder de hablarnos de nuestras más profundas y, tal vez, más inconscientes motivaciones, creencias y demencias. Esto se debe a que el arte revela el contenido del subconsciente, a través del lenguaje de las imágenes del cuerpo, de manera visual, auditiva, olfativa, gustativa y del tacto (la piel); todas estas imágenes son captadas por nuestro cerebro derecho.

Esto funciona así, el lenguaje de la palabra nos conecta con nuestro pensamiento lógico, con todo aquello que sabemos y entendemos, mientras que el lenguaje de las imágenes nos conecta con la otra parte: con la intuición, con lo que imaginamos y con lo que queda guardado en nuestro subconsciente de las experiencias que vivimos, esas que no recordamos conscientemente, pero que tiñen todo lo que sucede en nuestra vida. El arte trabaja inevitablemente ahí en el cerebro creativo, incluso cuando las palabras son utilizadas como un medio para hacer arte, como sucede en la poesía o la música, pues ahí las palabras funcionan como imágenes visuales, auditivas, metáforas y/o símbolos.

Por otro lado, lo que se siente y se experimenta ante la obra de arte que se crea o se contempla, es decir, aquello que se vive en el cuerpo a través de los sentidos y lo que se siente en la piel, queda impreso también en el subconsciente y amplía el repertorio de nuestras emociones profundas y de nuestras formas de expresión, expandiendo así nuestros horizontes para sentir y exteriorizar. Nos abre espacio para manifestar nuestras pasiones más mundanas, nuestras mayores denuncias, y también nos permite construir comunidad uniendo razas y generaciones. Así, trabajar con el subconsciente nos hace tocar nuestras motivaciones y creencias más profundas y a veces ancestrales.

A través de las emociones que el arte despierta en el espectador, se establece una comunicación entre el artista y quien lo admira. La transformación del artista es también la transformación de la sociedad. Al final, gran parte de lo que conocemos de la humanidad y de su historia nos ha sido entregado a través del arte. Esto nos da la oportunidad de ofrecer significados personales a lenguajes colectivos, pues cada persona tiene su propia interpretación de la obra de arte basada en su experiencia personal, en sus pensamientos, en sus creencias, en sus emociones y en sus sensaciones.

De igual manera, cuando el artista crea una obra de arte lo que está haciendo es interpretar la realidad con todo su ser y emitirla a través de sus sentidos, en forma de comunicación profunda y sin barreras. Esto, con el fin de devolverla al mundo como una creación inédita que ha recreado con su sello único y personal. Ejemplo de ello es cuando el artista hace el ‘cover’ de alguna canción y dicha interpretación es impregnada con su estilo propio.

Si hasta este punto de la lectura estas líneas te parecen solo teoría, te invito a entregarte a una experiencia estética que involucre por completo a tu cuerpo, a tu razón, a tu espíritu y a tus emociones. Y no me refiero a una experiencia “extraordinaria”, esta puede ser algo tan simple y cotidiano como escuchar tu música favorita y entregarte completamente a ella en los tres minutos que dura la canción, o pintar sin pensar en el resultado; o quedarte atónito ante una puesta de sol u obra de teatro, alguna fotografía o ante algún monumento. Más allá de la acción elegida, lo importante es que justo en dicho momento, permitas que la experiencia del “aquí y ahora” ocupe por completo tu espacio físico, emocional, mental y espiritual, solo así comprenderás que todo esto se experimenta entre la piel y el alma.

Anímate a sacar el arte de la historia, de los museos y de los escenarios. Solo elige la expresión artística que más te guste: música, teatro, cine, fotografía, pintura, literatura, arquitectura, o lo que quieras, y brindate la oportunidad de experimentarla sin juicio y con todos tus sentidos. Evita catalogarla o enmarcarla en un “me gusta” o “no me gusta”, solo cede ante la idea de que la música o la imagen toquen tu corazón. Respira y siente lo que experimentas mientras escuchas y observas. Date cuenta de cómo existe esa obra que te conecta con tu dolor, con tus anhelos, o con tu magia. Cuando lo logres, habrás abierto la puerta a tu propio potencial creativo y, con él, a una mejor versión de ti mismo.

El arte es por excelencia un medio de expresión profundo capaz de conectarnos con la belleza y la contemplación. Siendo de las cualidades humanas más elevadas, en ocasiones podría parecer “inútil”, al no tener un valor utilitario y de supervivencia. No obstante, nos sumerge en las profundas capacidades de nuestro ser, nos enlaza con nuestra conciencia y con nuestro más alto potencial. El arte humaniza y nos aleja del drama de la cotidianidad para acercarnos a ese lugar del “yo”, donde suceden las más sublimes creaciones.

El arte se experimenta con la totalidad del cuerpo, que solo puede existir en el “aquí y en el ahora”. Tiene el poder de despertar nuestras emociones más intensas, al darnos la oportunidad de detener el pensamiento para experimentar el momento presente.

En lo personal, el arte me libera, me invita a sentir, a expresar, a disfrutar y a vivir este instante único en el que respiro ahora mismo, dándome la posibilidad de CREAR-ME y RECREAR-ME para tener una vida más plena.

El poder transformador del arte radica en el proceso, más que en el resultado.

—Paola Becerril es artista plástica y fundadora de InsideArt

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